Oportunidad de consultoría
octubre 30, 2020Convocatoria para la contratación de un (a) oficial de programas en El Salvador
noviembre 12, 2020Las dinámicas migratorias abrumadoramente irregulares en el corredor geográfico que constituyen los países del norte de Centroamérica, México y Estados Unidos, carecen de gobernanza. Esa condición abre paso a contextos problemáticos, como fuertes tensiones políticas entre y dentro de los países, la exacerbación de las manifestaciones de xenofobia, el aparecimiento de reiteradas crisis humanitarias en las fronteras México-Estados Unidos, además de la vulneración de derechos de las poblaciones en movilidad, incluyendo las crecientes amenazas contra su integridad física y psicológica. La carencia de un marco de entendimiento político y jurídico entre estos países dificulta abordar de manera adecuada las etapas del ciclo migratorio, es decir, la posibilidad abrir un círculo virtuoso de crecimiento económico, reducción de desigualdades sociales y “polinización” cultural entre las naciones.
Aunque estas migraciones son multicausales, los mercados laborales transnacionales tienen enorme peso. La economía de Estados Unidos requiere ingente fuerza laboral con el perfil de los migrantes centroamericanos, en actividades agrícolas, construcción y servicios básicos. En los países del norte de Centroamérica, por otro lado, no se está generando la cantidad de empleos decentes que demanda la Población Económicamente Activa. Así, implícitamente, está ocurriendo una transacción de “bono migratorio”: Centroamérica “exporta” su bono demográfico y a cambio recibe remesas que alivian la condición de pobreza de millones de hogares, a la vez que mitiga los desequilibrios macroeconómicos.
Las prospectivas post Covid-19, aunque en el muy corto plazo está poblado de incertidumbres y despierta pesimismo en diversos sectores, ofrece, sin embargo, la oportunidad de promover estrategias de integración en Mesoamérica que pueden incluir grandes obras de interconexión y generar cadenas de valor en diversas actividades y regiones, incorporando a los territorios más deprimidos y los expulsores de población. Esas oportunidades se desaprovecharían sin un marco de entendimiento entre los países que incorpore decididamente la cuestión migratoria como un componente central.
Ahora bien, en un escenario de inercia los factores de expulsión migratoria tenderán a agudizarse por los impactos de la pandemia sobre el crecimiento económico, la pérdida masiva de empleos formales y la condición de “nuevos” pobres y en extrema pobreza que padecerían alrededor de 2.4 millones de habitantes de los tres países del norte de Centroamérica.